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viernes, 29 de junio de 2012

CARTA 7


Quiero escribirte estas líneas para decirte que lo hago así, de este modo, cuando sé que debiera llamarte, sentarme frente a  vos como otras veces ¿recuerdas?, y hablarte diciéndote lo que hoy por cobardía no puedo hacer.
Aprovecho que escribiéndote puedo llegar a decirte cuanto tengo que decir, o intentarlo al menos, sin tener que ponerme delante de tus ojos, ¡de frente!
¿Cómo pude? Pero quiero seguir, no quiero que nada se interrumpa, quiero tratar de llegar la final aprovechando que así , escribiendo, soy valiente, mientras que, en cambio, si ahora estuviera cerca de ti ¡qué poco valdría! Porque yo ya no valgo nada, me siento como un triste despojo humano.
¿Cómo pude?
No quiero distraerme, quiero empezar desde el comienzo, cuando te conocí, cuando te vi por primera vez y por primera vez me acerqué a hablarte.
Hace de esto un tiempo, ¡yo era bueno!
Comencé a hablarte de a poco, y tu seriedad inicial se iba quebrando, empezaste a mostrar un poco de una sonrisa, un amago apenas, pero ¡ya sonreías!, y qué linda, qué fresca, qué limpia que ra…y te seguí conversando y el monólogo inicial que se dio al principio, después ya fue diálogo, después un sonreír, luego un rubor que se apareció en tus mejillas y le dio a tu cara ¡tu cara! Eso que todavía hoy, después de tanto tiempo, sigo viendo como era entonces, porque hoy, tu cara y por mí ¡ya no es tu cara!
¿Cómo pude?
Necesitaría horas y horas para escribirte, hojas  y hojas para recordarte tantas cosas hermosas como hubo, pero aunque quisiera decirte de lo bueno, ahora necesito, hablarte de lo otro.
¿Cómo pude lastimarte tanto? ¡Debo haber quebrado tu alma y desecho tu corazón! ¡tengo que haber matado tus ilusiones de un golpe, de un solo tajo!
¿Cómo puedo recordar? si hay cosas que no deben recordarse porque no merecen entrar en el recuerdo.
Pero si pude en otras cosas, tengo que poder ahora, tener la entereza de recordarme a mí mismo lo que no debiera.
¿Cómo pude? ¡Cómo te mentí, cómo te falté!
¿Por qué? Te lastimé tanto que hasta a mí, hoy me duele y no tengo consuelo ni abriéndome el pecho para gritar mi dolor ¡mi dolor! ¿y qué fue del tuyo, porque ese sí que fue dolor!
¿Cómo pude? ¡No lo sé! ¡No lo sé! Te pido perdón, no por lo que hice, no por tanto daño, eso no tienen perdón…te lo pido porque no puedo seguir más, queriendo seguir, ya no tengo fuerzas, ya no me quedan palabras, ya ni queda nada de mí.
No debí haber empezado, debe haber sido peor.
Yo te borré la sonrisa y no merezco nada de tu parte, pero hay algo que quiero pedirte sin merecerlo, porque ya no merezco nada, pero es un favor y hay favores que no pueden negarse ¡ni a mí! Te lo pido en nombre de Dios, como último recurso, en forma de ruego, es una sola palabra, una sola, pero que puede curarte quizás, aunque sé que es muy difícil y muy tarde.
¡Olvídame! No te pido nada más pero por amor de Dios ¡Olvídame! Aunque yo tenga que vivir toda una vida ¡recordándote!

miércoles, 27 de junio de 2012

CARTA 6


Siempre te recuerdo, no puedo olvidar…¡ni queriendo!
Hay muchos pensamientos en mi y necesito detenerme en ellos para ordenarlos un poco, cuando están tan entremezclados, cuando se agolpan en la forma de un ramo de cosas tan hermosas como fueron, es necesario ubicarse justo en el comienzo, y allí me dejo ir, para que empiece todo, en orden ¡recordando!
Es como una forma de querer que se repita todo. Pero si todo se repite, si se vuelve a vivir todo, aunque sea por segunda vez, nada más que por segunda vez, se puede correr el riesgo que, por repetido, pueda entrar en lo común, y aquello, lo nuestro, no fue nada común.
¿Volver a vivirlo otra vez? ¡no!
Hay cosas tan hermosas que no tendrían que suceder nunca en la vida, ni siquiera la primera vez, pero suceden y quisiéramos a veces que todo lo hermoso lo grato, debiera quedarse en ilusión, no tener vida nunca para que anda lo lastime, y para que no tenga fin. Pero no es posible: tiene que existir para que haya después un postrer recuerdo, por triste que sea, por amargo, por cruel ¡cómo el mío!
¿Acaso no es mejor recordar siempre lo que se vivió, que volver a vivir lo que siempre se recuerda?
Yo prefiero recordar, sé que la intensidad de un recuerdo como el que me acompaña desde entonces es lo que marca la grandeza de un momento que pasó, lejano, pero que aún hoy después de tanto ¡no puede olvidarse!
Hay cosas que nunca mueren, no merecen morir, se pegan a uno y se llevan consigo, como clavadas, aunque duelan, como yo te llevo en mis recuerdos, porque hay recuerdos que son comparables a eso que se llega a soñar alguna vez y que queda en eso…¡en sueños! Nada más.
Y yo tengo sueños, y en ellos te veo ¡siempre! ¿Cómo? Me parece verte como una paloma blanca comiendo de mi mano…¡esa es la imagen! ¡así se grabó en mi!¡así fuiste!¡así te sigo viendo!...comiendo en mi mano, mientras te miraba, sabía que había ganado tu confianza, te sentí llegar a mí y abandonarte sin temor, sin desconfiar, toda blanca, suave, quieta, mientras yo, callado, apenas sí me atrevía a mirarte, apenas sí respiraba cuando estaba cerca. Hubo veces que quise que mi mano libre te buscara y se acercase para tocar tus plumas blancas, pero me detuve por miedo a asustarte y  lastimarte ¡y no te toqué! ¡Nunca!
Pero después…¿qué pasó? ¿qué le pasó a mi mano, esa que te daba de comer? Debió de haberse cerrado sin que yo lo supiera, ni siquiera hoy lo sé…¡cuánto debió asustarte! ¡dejaste de estar en ella y quedé solo, con mi mano vacía! ¿Por qué?
Nunc a podré saberlo…sólo sé que ahora no soy el mismo, pasó mucho tiempo, algo me falta, lo siento, lo séy cada vez que veo cerca de mí una paloma blanca volando, mi mano quiere volver a abrirse otra vez, creyendo que te ve, en un irrefrenable y desesperado impulso lleno de nostalgia para que te acerques de nuevo a comer…como antes. Pero es en vano, ya es tarde, ya no puede ser…y quedo con el brazo extendido, solo, triste ¡Recordando!
Aparece entonces, de golpe, toda mi rebeldía, mi protesta, mi queja, y empiezo a gritar desesperado, siento que nada me consuela, aprieto los puños con rabia, reniego y empiezo a preguntarme ¿por qué tienen que existir las cosas hermosas? ¿Por qué tienen que haber palomas blancas? ¿por qué tienen que haber manos que se cierran?
No lo sé. Sólo sé que hubo una paloma blanca en mi vida que en mi mano comía, sé que una mano se cerró una vez, y sé también que desde entonces quedé solo, con una sola pregunta por toda compañía, que nada me dice pero que tanto me tortura
¿Por qué?
No lo sé. No lo he de saber nunca. Seguiré recordándote, no podré olvidar ¡ni queriendo! Y sigo preguntándome mientras creo que todavía vivo ¿por qué tiene que haber palomas blancas? ¿por qué, cosas hermosas? ¿Por qué manos que se cierran?
¿por qué, por qué, por qué?...


lunes, 25 de junio de 2012

CARTA 5


Aunque sé que es absurdo, he tratado de escribirte.
No sé cuántas veces comencé, y no sé cuántas veces rompí lo escrito.
Frases huecas que no alcanzan a decir lo que uno siente cuando se está tan solo, como yo lo estoy, porque ya no estás junto a mí como antes.
Quise y quiero escribirte pero no puedo, no sé, no alcanzo a decir nada.
Hoy comencé de nuevo. Lápiz, papel y en la impotencia de no poder hilvanar alguna  frase, quise otra vez romper la hoja que estaba todavía en blanco a pesar de tener tanto que decir. Pero la soledad me paraliza, me anula, me aniquila.
De pronto vi que dos lágrimas que se escaparon de mis hojas, sin darme cuenta, se quedaron prisioneras en el papel.
¿de dónde brotaron? ¿del corazón, del alma? No lo sé. Estaban ahí perfectas en sus formas brillantes, eran dos perlas y comprendí de pronto que mi corazón o mi alma tal vez trataban de escribir esas palabras que yo no podía encontrar ¡y qué mejor escritura que esa!
¿quién podía saber más del dolor que venían trayendo consigo?...y las dejé, sin tocarlas, en el papel…que ya no estaba en blanco, que ya no estaba incompleto esperando mi escritura.
Aquí traigo la hoja en blanco, junto con la rosa del color que tanto te gustaba,…los puse juntos para que te acompañaran…para que no estés tan sola…como lo estás ahora.
Me desprendo de las dos para quedar más solo aún desde que no estás.
Aquí quedan mi carta… mi rosa… mi beso… mi adiós.
Me voy sin nada…sólo me llevo las espinas de la rosa…¿qué pueden hacerme a mí algunas espinas más?..tengo tantas clavadas en mí que ya no siento dolor.
Me siento como ese puñado de hojas secas que el viento frío del otoño desparrama…
Yo fui el dichoso enamorado que tanto te quiso…y a quien tanto quisiste.
Hoy soy apena una sombra que ni vive…
Yo soy aquel que supo que el amor existía cuando estabas a mi lado. Hoy soy el mismo que niega que hay amor…porque no estás.
Volveré como siempre vuelvo trayendo un nuevo papel en blanco, dejando dos lágrimas amargas para que digan lo que no pueden decirte las palabras, aún aquellas que se elijen. Y dejaré otra vez tu rosa, la de aquel color que tanto te gustaba…te dejaré mi beso…y mi adiós con la promesa eterna  de volver con un papel en blanco…dos lágrimas…una flor, un nuevo beso y mi adiós.

Una Rosa Blanca


viernes, 22 de junio de 2012

CARTA 4


Decidimos los dos, de común acuerdo, separarnos y quedamos en encontrarnos otra vez para que fuera ¡la última vez!
Nos citamos para decirnos adiós y para eso fuimos: ¡a decirnos adiós!
Fuimos, nos vimos y no pudimos nada…
Cada uno de nosotros iba para decir algo, un reproche, un argumento que justificara un adiós, algo y ese algo que tenía que salir de nosotros, no salió y en cambió agregamos a lo nuestro una cosa más ¡fue un adiós que no se dijo!  Pero agregó una espina más.
Yo esperaba ver tus lágrimas, pero quedaron tuyas, en tus ojos, te mantuviste firme, sin llorar, pero fue inútil porque el dolor no se fue, y las mías -porque yo también, aunque hombre, sé que las tengo- tampoco afloraron y hubieran servido para salvarnos a los dos de nuestro error.
¿Cómo pudimos citarnos en un lugar para despedirnos?
No entiendo. Cuando dos personas no se quieren, no se citan para un adiós… basta con la separación, pero cuando buscan decirse ese adiós que tanto duele -ese que nos oprime el corazón, el “último” adiós)  es porque todavía queda ¡y mucho! de todo cuánto se aparenta querer cortar de raíz -como quisimos nosotros-
¡Y qué error! fue vernos y comprender que no podíamos ni siquiera mirarnos y decirnos adiós… aunque fuera solamente adiós, para darnos después un apretón de manos tal vez y nada más, luego detrás el olvido.
¿Pero por qué no pudimos nosotros?
Nos pusimos frente a frente, primero el silencio, un silencio muy largo…demasiado…ya era demasiado porque nos destrozaba. Cualquiera hubiese preguntado la razón y nadie hubiera sabido, pero nosotros ¡sí la sabíamos!
Después vinieron algunas palabras, algunas de ellas sin sentido, como quien disimula o quiere distraerse o desviarse del tema, pero fue peor…volvíamos otra vez al silencio que no decía nada -aparentemente-¡pero lo estaba diciendo todo, de nuestro común error, de nuestra equivocación, de nuestro enceguecimiento!
¿Cuánto tiempo estuvimos juntos sin hablar o hablando de nada? Mucho tiempo…y no nos dimos cuenta ya que caminábamos y llovía, apenas una llovizna, que entristecía más la amarga escena que estábamos viviendo. El tiempo lloraba por nosotros, por nuestra separación.
Me pregunto ahora ¿cómo no te retuve? bastaba tomarte de la mano…¡y no lo hice!...y me pregunto también por qué no me dijiste que no me fuera… ¡cómo te hubiera abrazado! Pero no lo hiciste…y nos fuimos los dos, cada uno por su lado, de vuelta cada quien a su camino, sólo los dos, heridos los dos, tristes los dos, arrastrando a cuestas, los dos, otra vez, el mismo penar del principio.
¿Por qué? ¿Es posible que hayamos podido ser tan ciegos?
Ahora ya estamos lejos el uno del otro, en cierto sentido, en lo físico, en lo material…pero hay algo que no se alejó del todo y que todavía está, aunque a penas llegue a ser algo…¡siendo tanto!
Lo llevamos dentro, no lo hemos podido sacar ni cuando decidimos vernos por última vez para aquel adiós que no fue y que de haberlo dicho, hubiera desterrado de nosotros, lo que hoy, se aferró más.
Ahora de nada sirve llorar, ya es tarde, demasiado tarde…

jueves, 21 de junio de 2012

CARTA 3


Hay amores que lo tienen todo. Todo se comparte, desde la primer mirada, cuando nace y se transmite, hasta cuando se vuelca y se da de una sola vez, en perfecta comunión.
Como es un don que recibimos al nacer, está dentro de nuestro corazón o de nuestra alma, porque alma y corazón, corazón y alma, pueden ser la misma cosa, tal vez porque así lo dispuso Dios.
Ese amor está adormecido algunas veces, no comenzó a florecer todavía, otras veces está puro, porque no alcanzó a despertar y está sano aún, otras se encuentra pleno, lleno de vida, y al no tener lugar donde morar, sentimos que empieza a rebalsarnos, busca irse en post de ese otro que tiene que llegar en su reemplazo, ya que siempre necesitamos uno: el que teníamos antes de que lo diéramos, o el ajeno, cuando hicimos el cambio.
Pero hay veces, que nos damos cuenta de pronto, que dimos el nuestro sin saber, sin quererlo, se nos fue!
Él elige, manda, no admite órdenes de nadie, no le podemos decir que vaya hacia aquel lado o hacia el otro, no obedece, busca por su cuenta, encuentra a lo que quiere y se refugia en el lugar donde encontró el calor que le faltaba para seguir viviendo, y nos damos cuenta -de golpe- al reaccionar, de que no debió ir a dónde fue, de que en ese sitio no puede ser ¡está prohibido!
Tratamos de llamarlo, razonamos, le hablamos, le pedimos que vuelva, tratamos que comprenda que ese no era el lugar correcto, y no nos escucha.
Le gritamos, le queremos ordenar, a veces llegamos a la súplica, le decimos que ese sitio es imposible, y aún así, nos oye pero sigue estando donde no debió ir.
Sentimos como una impotencia, como un abandono, como un querer huir, escondernos, escapar, pero no podemos, algo nos ata, algo nos inmoviliza, seguimos viéndolo, nos mira como queriéndonos decir que encontró el lugar justo que necesitaba, volvemos a decirle que no, que no puede ser, que no tiene sentido, que es una locura, que es irrazonable, pero tampoco…
Se nos fue, nos dejó solos, y comienza nuestro padecer, nos falta algo que ocupe su lugar y con pena vemos que empieza a anidarse en nosotros el temor. Aunque no tengamos culpa, buscamos silenciar ante los demás su fuga ensayamos una disculpa como intentamos convencer a nuestra conciencia que no tenemos nada que ver, pero seguimos sufriendo, nada sirve ya, sólo nos quedan suspiros, tristezas, un sabor amargo. Ya no vivimos, apenas parecemos una cosa, algo sin vida, algo hueco, algo frío, indiferente.
Pero ¡cómo lo miramos! Quisiéramos odiarlo, no verlo, y no podemos apartar nuestro pensamiento de él, nos gobierna, nos esclaviza, nos castiga, nos hace llegar hasta las lágrimas, lo detestamos.
Si pudiéramos golpearlo, lastimarlo, torturarlo…lo haríamos con gusto, pero no podemos. Hay algo más fuerte que nos frena y como consuelo decimos ¡buscaremos olvidar, de a poco, sin que nos demás cuenta! Pero no, estamos aniquilados, destruidos, casi muertos y sin fuerza, y a pesar de todos alcanzamos a murmurar: ¡Bendito amor!
¡Cuánto sufrimos porque sabemos que no puede ser!, pero ¡Bendito amor!
Lloramos, ya ni vivimos, no somos nada y como si fuera lo último que vamos a decir en la vida, repetimos otra vez, como un rezo ¡Bendito amor!
Y así y todo… todo, un amor imposible, nada más…pero ¡Bendito amor!



martes, 19 de junio de 2012

CARTA 2

Yo pude ver en tus ojos, reflejada la tristeza...
Fue como una ráfaga muy fugaz que quiso pasar desapercibida, pero aún así, pude verla, porque en el fondo de tus ojos, toda la pena, el dolor, y la amargura estaban latentes en un crudo y despiadado muestrario.
Yo la vi...y aunque hiciste todo cuanto estuvo a tu alcance para disimular, no pudiste engañarme.
A mí no.
Estaba ahí, real, desgarrante, desnudo, reflejado como en un espejo, todo tu drama interior.
Aunque a veces se quiera reír, bailar, aparentar alegría, siempre hay una sombra misteriosa, casi invisible, que nos dice cuánto nos sucede por dentro...es algo que nos vende y nos traiciona, como a vos...y todo por medio de los ojos.
Hay veces, cuando lloramos y sentimos brotar las lágrimas de nuestros ojos, puede pasar que esas lágrimas, al irse, arrastren el dolor que las provoca y se lo lleven, pero cuando los ojos lloran tristeza como los tuyos, sin que aparezcan lágrimas en ellos y traten de aparentar o de decir, sintiendo que no pasa nada...entonces es cuando más dicen de ese dolor, que más que dolor puede llegar a ser todo un desgarro de nuestro corazón.
Y como tus ojos mostraban tantas cosas amargas -de esas que lastiman hasta a quien los miran- llega el momento que hay que buscar desterrar de ellos todo cuanto hay de malo para que lleguen a convertirse en lo que deben ser: dos luceros brillantes que puedan derrochar alegría a raudales.
Yo quiero ayudarte porque quiero ofrecerte algo que sé que puede tener el poder de transformar tu vida, esa vida tan llena de dolor, en una vida llena de dicha, pero comprendo que nada que pueda prometerte ya te hará cambiar de parecer...lo sé...
Cuando se está tan golpeado, no bastan las palabras, ni las frases, ni siquiera las promesas...
Hay un momento en que no se cree en nada...ya no queda ni la fe, que es lo último que dejamos en el camino...
Pero hay algo que puede...aunque te cueste creerlo... aunque lo escuches con duda y desconfianza...¡es lo que quiero darte!
Se llama ¡ternura!...
No tiene forma, no tienen figura ni color, no se ve..¡pero cuánto bien hace!
Eso es lo que te falta...tan vez siempre te faltó, pues hay veces que se llega a vivir una vida entera sin conocerla...y nos sentimos enfermos sin saber por qué...
¡Yo te la ofrezco!...¡No tengo otra cosa!...Está junto a mi mano amiga, la que al buscar la tuya, te estará diciendo ¡aquí estoy...vengo a ayudarte!

CARTA 1


Hubo un tonto soñador, que una vez, creyendo que podía decir en dos palabras, todo cuanto había en su alma sobre ti, para hacértelo saber, intentó escribir algo para que lo leyeras, algo así, como una confesión...algo que, a veces, no se dice...¡tan guardado está!...algo que, aunque quisiera gritarse, no se podría.
Pensó y pensó y entre tantas cosas, quiso poner como un ejemplo, la inigualable belleza que hay cuando una temprana gota de rocío mañanero se apoya quedamente en una rosa...
Quiso comparar esa visión con tu persona...creyó que eran una misma cosa...algo que podía pasar de un estado al otro...y lleno de alegría intentó comenzar a detallarla, a querer pintar sus semejanzas...¡quiso tantas cosas!...pero no pudo, pues pronto comprendió en medio de su pena, que ni siquiera podía comenzar...
El pobre tonto, al recordar todo lo que formaba lo tuyo, tu pelo...tu cara...tus ojos...tu todo... comprendió que era imposible saber en tu persona, dónde terminaba la rosa...y dónde comenzaba la gota...porque estaban tan unidas una cosa con la otra, porque formaban un algo tan sin final y sin comienzo, porque sabía "por qué no se sabe por qué" y no se salía del por qué.
Tuvo que dejar inconclusa, la página que había comenzado a escribirte, impotente ya de saber qué decirte.
Entonces, con amargura, sin atinar qué más poner, vio que debajo quedaba un lugar en blanco para decirte en él, lo qué él era incapaz de saber explicar.
Tímidamente puso tan sólo tu nombre...como comienzo...como destino...como si fuera un goce...rozando apenas el papel, dejó mucho lugar...mucho...todo en blanco y lo firmó.
Luego dobló la hoja, la puso junto a un pobre ramito de violetas, el más sencillo que encontró...
¡no tenía más!...y le pidió al viento que mansamente lo pusiera en tu camino para que lo vieras.
Luego se sentó...soñó que te llegaba...y sonrió.
Y cuentan ¡que no hubo nadie tan feliz!