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jueves, 27 de junio de 2013

ESTE JUEVES, UN RELATO: El candidato

 

Muchas veces en nuestra vida, nos vemos obligados a buscar a tal o cual persona que tenga la capacidad que creemos necesaria para desempeñar determinadas funciones.
Comenzamos por asegurarnos bien qué es lo que necesitamos, es decir, buscamos tener la certeza de lo que requerimos. No tenemos que omitir ningún detalle, ni debemos exagerar en la valorización que hagamos para poder seleccionar sin equivocarnos.
Ese es uno de los pasos más difíciles a seguir. Entonces surge una primera lista con candidatos, en quienes depositamos nuestras esperanzas para arribar al mejor de los resultados. De pronto comienzan las dudas, independientemente del largo de la lista, empezamos a preguntarnos a quién seleccionamos entre todos aquellos “aptos conocidos”.
Ese tipo de razonamiento lo usamos cuando somos nosotros a quien le corresponde elegir, pero en esta vida que vivimos, los demás -los otros- también, con los mismos derechos que los nuestros para elegir, son quienes, a su vez, deciden si merecemos -llegado el caso- ser candidatos.
Y nos preguntamos ¿tenemos las mismas condiciones que buscamos en los demás? ¿es muy exagerado lo que pedimos? ¿cómo nos vemos? ¿cómo somos en realidad?...y llega el momento de la verdad. Comienzan las dudas y siguen las interrogaciones: ¿por qué dudo de mí? ¿Estoy tan inseguro de mis cualidades?
Buscamos a veces algunos atenuantes, no creemos tener “virtudes” que estaban “escondidas” y algunas fallas que creíamos ya superadas, siguen estando.
Debiéramos actual al revés: estar seguro de cómo somos, mejorar lo que podamos en nuestra forma de comportarnos y optar sin tapujos por quien en realidad precisamos.

Entonces tendríamos todo el derecho del mundo de llevar adelante la selección sin compromisos.

Más relatos jueveros, en lo de Juliano el apóstata

jueves, 6 de junio de 2013

ESTE JUEVES UN RELATO: LEYENDAS URBANAS (o casi!)

(no será una leyenda urbana...pero se parece!)


En uno de los tantos momentos en que volvemos a encontrarnos en lugares conocidos, sentimos que sin quererlo, comienzan a revivir en nosotros, recuerdos que suponíamos olvidados, pero aunque estuvieron adormecidos en nuestra mente por mucho tiempo, nunca fueron olvidados.
Hay cosas que nunca mueren, están intactas, y notamos que de pronto, surgen con total nitidez en forma completa, nada queda en el olvido y todo vuelve a ser otra vez como si realmente fuera la primera vez.
Basta a veces, caminar unos pasos por tal o cual lugar y comienza otra vez el desfile interminable de viejas anécdotas, y todo vuelve, y pensamos ¡aquí estuve!...mi escuela, mis libros, mis cuadernos, mis compañeros, esos que estaban y hoy no están… los que no están pero aún los veo y siento junto a mí.
Me veo otra vez, en la misma calle que me vio correr detrás de una pelota esquiva para alcanzarla y ser su dueño, manejándola a voluntad y de a poco todo eso se fue yendo y ya aparecen en mí otros recuerdos, en un mágico cambio, momentos de aquellos sueños imposibles, de ilusiones, ya miraba cosas nuevas, y elegía con la alegría de esos años juveniles.
Nunca podré olvidarme de un grupo de amigos a los que yo, de muy joven, enseñé a bailar. Yo, a su vez, había aprendido estando en edad escolar, a bailar diversos ritmos, porque acompañaba a mis hermanas –mayores que yo- cuando ellas iban a los bailes. Cuando me llegó la época de ir a los bailes a mí, fui el maestro de todos esos amigos. Yo les enseñé todos los pasos, y conmigo aprendieron. Todos tuvieron esa iniciación cuando debutaron.
Recuerdo el miedo que cada uno tenía, y como compensación, también sentí la emoción que ellos sintieron al bailar su primera pieza, y eso no se borró nunca.
Aquellas lecciones dadas casi en secreto, quedaron como una leyenda de nuestra juventud que seguramente ellos habrán repetido a sus nietos como yo la cuento ahora.
Fueron momentos idos que pasaron en mi vida que no se olvidan y que siguen siempre junto a mí.

Quisiera que nunca se pierda nada de eso, que siempre estén presentes aunque estén muy guardados. Triste sería que de todo aquello, no quedara nada.

Más leyendas urbanas en lo de Judith