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viernes, 24 de mayo de 2013

ESTE JUEVES -CON ATRASO- UN RELATO: "Estamos hartos"



Hace un tiempo, pensé que los seres humanos estaban destinados para hacer el bien a sus semejantes.
Siempre creí -estaba seguro- que siendo buenos, el paso del tiempo, no iba a ir degradándonos de a poco hacia la nada. Pensé que en algunos casos, por falta de oportunidades para aprender a mejorar, la vida no les permitió un aprendizaje adecuado.
Pero con el correr del tiempo, empecé a darme cuenta que mucha gente, lejos de actuar como corresponde dentro de la verdad y la decencia, elige conscientemente el otro camino, el de la mentira y la hipocresía.
Hoy la vida me muestra que hay dos caminos para recorrer, por uno, van muy pocas personas, podríamos decir que pueden contarse con los dedos de la mano. En el otro, hay tantos, que en poco tiempo estaríamos hartos de contar. 


Más relatos de hartazgos en La Bitácora

jueves, 16 de mayo de 2013

ESTE JUEVES, UN RELATO: La fiebre del oro


Años atrás -muchos- existió un tipo de ideal de vida a la que se llamó, la Fiebre del oro.
Consistía en la búsqueda desesperada de las riquezas que permitiría alcanzar a quien lo hallara, la ilusión y la promesa de una eterna felicidad. Todo iba a quedar resuelto, desaparecerían de golpe las tristezas, las amarguras, creyendo que una magia especial dejarían de existir los sufrimientos, las penas y hasta muchas veces, los dolores físicos, aun los más intensos.
En la búsqueda de ese oro que tanto se deseaba, fueron quedando atrás sentimientos y conductas de vida que la cordura exigía.
Todo valía y no había razones que permitieran una conducta decorosa a tal punto que se dejaban de lado lo correcto. Ya casi no quedaba nada limpio o puro, y todo se iba corrompiendo y así se vivía.
Pero lamentablemente sucedía que esa meta que tanto se buscaba, muchas veces no se encontraba, y la desesperación crecía. Quedaban detrás muchos sueños y esa ilusión que no se terminaba de concretar, iba perdiendo consistencia hasta convertirse en un fracaso.
Más tarde aparecieron los resultados.
Quien tenía mucho de ese oro tan apetecido, iba dejando en su camino todo lo bueno aprendido y sólo quedaba los oropeles de la apariencia.
Vivían en constante estado de egoísmo y soledad por miedo a que alguien robase esa fortuna hallada.
Los otros, los que nada encontraron en esa búsqueda desesperada que los obsesionaba, comprendieron al final que no poseían nada ni en sus bolsillos ni en su corazón y así vacíos, apenas lograban sobrevivir.
Todavía hoy siguen habiendo personas intentando esa afanosa búsqueda que en definitiva, no deja nada. Pierden todo lo importante, lo que hace valiosas a las personas. Su ceguera es total, los sentimientos, el afecto, el aprecio hacia sus semejantes es cosa caduca, tiene más importancia la pena que muestran sus bolsillos vacíos que las virtudes que pudo haber habido bajo su piel. Para ellos no tienen ya valor.

Pueden estar vacíos los bolsillos pero si en nuestro corazón rebasa lo bueno que tenemos, aprenderemos a vivir en armonía y felicidad. Debemos elegir. No es tan difícil.

Más relatos de Fiebre del oro, en lo de Juan Carlos

miércoles, 1 de mayo de 2013

ESTE JUEVES, UN RELATO: Dolor emocional



Sin darnos cuenta aparecen en nuestra mente algunos recuerdos que quedaron registrados para siempre.
A veces, agradables, a veces, no tanto y otras -lamentablemente- tan fuertes que golpean y llegan a emocionarnos contra nuestra voluntad, dejando un dolor tan amargo como imprevisto.
Son recuerdos que brotan sin que sepamos el por qué, pero vienen y así como pueden ser sensaciones que nos llevan a una sonrisa, también nos acercan sin quererlo a una lágrima.
Nunca eligen, están ahí, consiguen desviar nuestra atención y aparecen en forma repentina, pueden alegrar, pero también todo lo contrario, nos acercan a un tipo de nostalgia que lastima.
Muchas veces, quisiéramos que todos nuestros recuerdos fueran agradables, como para permitirnos vivir en una permanente evocación de alegría pero sucede que reviven en nosotros penas o tristezas que nos deprimen y consiguen borrar lo grato que quisiéramos conservar siempre.
Otras veces sucede lo contrario. Cuando una emoción dolorosa nos hace mucho mal, un solo instante de una pequeña alegría que asome, nos sirve para olvidar ese mal momento y comprendemos de golpe que la vida está llena de esos movimientos tan variables, tan distintos, tan llenos de matices que nos sirven, con el tiempo para entender y valorar los contrastes que constituyen la vida.
Después, con el tiempo, con la experiencia aprendida, sacamos nuestras conclusiones, razonamos y vemos en un rápido desfile el resultado obtenido.
Y llega el momento, con el recuerdo de todo lo vivido, que notamos que queda en nosotros algo que podemos llamar un balance emocional. Es el resumen de todo lo bueno que pudo ser y no fue, junto con todo lo otro que no debió ser, pero dejó su huella.
Pero nos queda un consuelo, peor sería llegar al final del camino y comprobar que no nos  quedó nada, que todo transcurrió con total indiferencia, que llegamos vacíos.


Más relatos jueveros, en lo de Lucía