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miércoles, 22 de agosto de 2012

ESTE JUEVES, UN RELATO: Fotografía inspiradora



Hay veces, que un simple pocillo vacío de café que quedó frente a nosotros, aún en su silencio, es quien sabe más y mejor de todo lo nuestro, lo que pasó y que aún está vigente en nuestra mente.
Sin quererlo, la nostalgia que nos trae muchos momentos agradables vividos y que ya no están, se agrupan junto a nosotros y reviven cosas que nos pasaron -una y otra vez- nunca mueren…y nos acompañan en silencio.
Son ráfagas de momentos que quedaron atrás que -aunque lejanas- tan cerca las sentimos, que no se pueden olvidar.
Ese pocillo -el que nos acompaña- es el testigo fiel que sabe completamente de nuestras cavilaciones, sueños, fracasos y desengaños que quedaron grabados en ese ayer que siempre llevaremos a cuestas y en secreto.
Y pensamos, una vida resumida en un ayer que no volverá y que nunca morirá. Y preguntamos ¿puede guardar tanto un pocillo vacío de café?


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jueves, 16 de agosto de 2012

ESTE JUEVES, UN RELATO: El calor



Hay un ingrediente especial en nuestras vidas que nos habrá de acompañar por siempre en nuestro paso por este mundo.
Es el calor de los afectos que sentiremos a nuestro lado, según los méritos que hayamos logrado, es el calor que recibimos de los demás.
Es un tipo de calor especial, el que valoramos como más importante en nuestro trayecto y si los que están viviendo a nuestro lado nos consideraran inmerecedores de recibirlo, nos sentiríamos muy dolidos.
A veces, es tan intensa esta forma de sentir que nos quita tiempo –el necesario- para medir ese otro calor, el otro, el ausente, que es tan poco importante -según creemos- que pensamos equivocadamente que su valor es ínfimo y lo destinamos al olvido. Se trata del calor que poco damos, o aún más, el que no damos a nadie por egoísmo.
Nos encontramos entonces con dos tipos distintos de actitudes, que si las pudiéramos pesar en una balanza imaginaria, nos encontraríamos con que quizás uno de los dos platillos pesa mucho más que el otro, o de hecho… hay uno que pesa menos.
¿Cuál es uno y cuál es el otro?
Si tuviéramos que entregar al final de nuestras vidas esos dos platillos, notaríamos efectivamente  la diferencia de peso que hay entre ellos.
Puede que el  afecto hacia los demás sea muy pobre, que todo lo bueno que ofrecimos al otro tuvo poca consistencia, entonces nos daríamos cuenta de todo lo correcto que debimos hacer y no hicimos.
El calor de ese afecto que debió estar en nuestras manos, no existió. En lugar de una caricia, golpeamos, y la palabra que debió ser consuelo y ayuda, ofendió.
Por eso, cuando llegue el momento de aclarar qué tipo de calor predominó en nosotros, deberíamos dejar en lo posible que nuestro corazón nos diga su verdad.
El timón está en nuestras manos. Esas mismas manos que alguna vez golpearon cuando debieron acariciar, así como también estuvieron ausentes de amor las palabras que nunca dijimos.
Por eso, para vivir, necesitamos definir una ruta y nos corresponde a nosotros elegir el sentido…y a nadie más.
Empecemos ahora, mañana puede ser tarde.



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martes, 7 de agosto de 2012

CARTA 11

Quiero confesarte en esta simple hoja de papel lo que me acompaña en secreto desde hace mucho tiempo, lo que siento, cuando estoy frente a ti.
es tanto lo que siento, que sería capaz de estar minutos y minutos dejando que mis palabras fluyan solas y te lleguen, pero hay algo que me frena y no me animo, como otras tantas veces pasó, y de nuevo el papel otra vez queda en blanco.
Lo más curioso es que, con dos palabras, solamente dos, te puedo decir lo que tengo que decirte sin necesidad de buscar frases y más palabras.
Con dos, solamente basta.
Hoy, una vez más, voy a tratar de decirte mi secreto sin omitir nada ¡ escribiéndote!
Lo que siempre me negó la voz para decírtelo, por miedo a tu rechazo, buscaré de decírtelo en unas pocas líneas, pero, como me pasa siempre, busco palabras y frases que no encuentro.
Me pregunto por qué razón creo que mientras más escribo, más grande será lo que siento y comprendo que no es así.
Te quiero decir en dos palabras, solamente en dos, lo que hasta hoy nunca pude decirte, pero como siempre, pensaba en romper el papel que estaba escribiendo, y sin darme cuenta, vi de golpe que ya había escrito esas dos palabras sin haberlo notado.
Habían nacido en mi corazón, me acompañaban hacían mucho y yo no lo sabía, pero quedaron escritas para siempre.
Yo estoy en ellas, hablándote sin hablar y diciéndote todo lo que nunca pude.
Cuando hay tanto que decir, hay veces que dos palabras bastan...
Búscalas, encuéntralas, están en esta hoja de papel. Léelas y guárdalas para siempre.