Años atrás -muchos- existió un tipo de ideal de vida a
la que se llamó, la Fiebre del oro.
Consistía en la búsqueda desesperada de las riquezas que
permitiría alcanzar a quien lo hallara, la ilusión y la promesa de una eterna
felicidad. Todo iba a quedar resuelto, desaparecerían de golpe las tristezas,
las amarguras, creyendo que una magia especial dejarían de existir los
sufrimientos, las penas y hasta muchas veces, los dolores físicos, aun los más intensos.
En la búsqueda de ese oro que tanto se deseaba, fueron
quedando atrás sentimientos y conductas de vida que la cordura exigía.
Todo valía y no había razones que permitieran una
conducta decorosa a tal punto que se dejaban de lado lo correcto. Ya casi no
quedaba nada limpio o puro, y todo se iba corrompiendo y así se vivía.
Pero lamentablemente sucedía que esa meta que tanto se
buscaba, muchas veces no se encontraba, y la desesperación crecía. Quedaban detrás
muchos sueños y esa ilusión que no se terminaba de concretar, iba perdiendo
consistencia hasta convertirse en un fracaso.
Más tarde aparecieron los resultados.
Quien tenía mucho de ese oro tan apetecido, iba
dejando en su camino todo lo bueno aprendido y sólo quedaba los oropeles de la
apariencia.
Vivían en constante estado de egoísmo y soledad por
miedo a que alguien robase esa fortuna hallada.
Los otros, los que nada encontraron en esa búsqueda
desesperada que los obsesionaba, comprendieron al final que no poseían nada ni
en sus bolsillos ni en su corazón y así vacíos, apenas lograban sobrevivir.
Todavía hoy siguen habiendo personas intentando esa
afanosa búsqueda que en definitiva, no deja nada. Pierden todo lo importante,
lo que hace valiosas a las personas. Su ceguera es total, los sentimientos, el
afecto, el aprecio hacia sus semejantes es cosa caduca, tiene más importancia
la pena que muestran sus bolsillos vacíos que las virtudes que pudo haber habido
bajo su piel. Para ellos no tienen ya valor.
Pueden estar vacíos los bolsillos pero si en nuestro
corazón rebasa lo bueno que tenemos, aprenderemos a vivir en armonía y felicidad.
Debemos elegir. No es tan difícil.
Más relatos de Fiebre del oro, en lo de Juan Carlos
Es verdad que la riqueza no solo se mide en bienes materiales. Pero en esta condenada sociedad en la que vivimos, tenemos la fea costumbre de medirlo así. ¿Donde están quedando la ética, la moral, el valor del hombre por ser hombre y nada más?
ResponderEliminarBss.
Tenemos aún la esperanza de que cambie. No hay que aflojar.
EliminarUn abrazo.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
La vida sigue igualllllllllllll.
ResponderEliminarEsperemos que cambie...
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
elegir a nuestro corazón a veces es mas "caro", pero siempre es mas feliz.
ResponderEliminarsaludos, Eduardo!
Aunque sea caro, vale la pena!
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Ya lo dices Eduardo, debemos elegir, pero elegir bien es !tan dificil!. Como siempre nos dejas ese puntito reflexivo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo que importa es que nos animemos.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Si Eduardo, es importante el corazón, elegir los sentimientos nobles y dormir en armonía con nuestra pobreza limpia y saludable. Antes que la fiebre de las guerras entre los seres.
ResponderEliminarUn abrazo:)
Tratemos que no cambie ese pensamiento.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Todos pierden, la fiebre del oro es un mal que quien sufre padece secuelas, deja su esencia humana para rendirse a lo material.
ResponderEliminarSi, leyéndote creo que todos pierden.
Un abrazo.
Me alegra que coincidamos.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Seguro que no es difícil la elección, al menos para quienes valoramos virtudes, sentimientos, aptitudes. Cuando la codicia es la que nos mueve, ya todo cambia.
ResponderEliminarLamentablemente, ayer y hoy, la ambición es una constante en muchos.
Un beso!
Gaby*
Lo que importa es no cambiar nuestra línea de conducta.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
La codicia, convierte a la persona en ciega, y para conseguir lo que quiere todo vale, lo importante es hacerse rico, caiga quien caiga.
ResponderEliminarMuy buena reflexión
Un abrazo
Por aquí tenemos muchos que piensan así.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
La historia esta bien, pero es solo historia. Me gusta la reflexión final. Un abrazo.
ResponderEliminarTe agradezco. Me alegra que coincidamos.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
La Historia siempre se repite y parece que no aprendemos de nuestros errores. La persecución de las riquezas terrenales, aún a costa de pisotear a los que nos rodean, sólo nos trae infelicidad, pero seguimos dejándonos deslumbrar por el brillo de El Dorado. Me temo que será asi siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tratemos igual que eso cambie.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Eso es lo que intentamos trasmitir a nuestros hijos, nuestra mayor riqueza.
ResponderEliminarun fuerte abrazo
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Lástima que pese más el tener que el ser. Besote
ResponderEliminarEstamos de acuerdo..
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Eduardo soy Fabián Madrid. Visita este enlace en mi blog.
ResponderEliminarhttp://ferliteraria.blogspot.com/b/post-preview?token=1SxHyj4BAAA.L8bMl0J5fjYto2qiPqoSfg.VIgpo7jaxco-WIH1dIr-jQ&postId=3531544155947528108&type=POST
Un abrazo.
El oro ha cegado y a envilecido, oro puro, metal dañino. Por suerte no todos cifran en el oro sus metas. Besito y disculpas por el retraso, estuve hasta ayer bajo el oro puro del sol napolitano.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita. Desde ya no importa el retraso!
EliminarUn abrazo...y me alegra hayas disfrutado del sol de Nápoles!
=)