Todas las
mañanas al levantarnos, nos encontramos con el dilema de no conocer lo que nos
habrá de suceder en nuestro
diario vivir.
Puede ocurrir
que en los primeros momentos no tengamos idea de hacia dónde queramos ir; los
objetivos no aparecen y nuestra mente sigue estando vacía de ideas.
Podríamos hacer
comparaciones y pensar que la vida es semejante a un viaje y ya, sentados en el
tren que habrá de llevarnos a destino, no tenemos noción aún de cómo nos irá.
Es la duda
que tenemos al comienzo esperando que nuestro tren, donde estamos sentados,
comience a moverse.
En la vida
también sucede algo parecido que sobre los rieles, nos sentimos igual que antes
de emprender el viaje, no tenemos idea de cómo será lo que vendrá, pero estamos
en marcha y el futuro comienza a definirse.
Comienzan a definirse
las distintas etapas que van llegando lentamente, como en un catálogo
interminable de secuencias que habrán de sucederse en nuestro paso por la vida.
Es el
momento de elegir lo que suponemos será nuestro destino. Trataremos de cuidar
que nuestro viaje sea ideal, ya que somos nosotros quienes manejamos ese tren
imaginario.
Los aciertos
que tengamos y los posibles errores que puedan suceder, muchas veces serán
debido a la impericia o talento que tengamos al manejar.
Todo depende
de nosotros y tal vez, con el cuidado debido, podamos tener la seguridad que
nuestro tren llegará a destino tal cual deseamos; sólo debemos ocuparnos de
estar atentos a los imprevistos del camino y tratar de que nada ajeno a
nuestros deseos se interponga.
Es difícil,
pero no imposible.
Más relatos ferroviarios en lo de Susana
Siguiendo tu metafora, a veces hay que improvisar recorridos y buscar trenes para volver a estaciones anteriores, para tomar otro camino.
ResponderEliminarY en eso sin dudas estamos, tratando de no descarrilar... Me gustó la asociación del tren con el recorrido diario del vivir. Un buen destino para todos es lo que cabe desear, y sin dudas, si bien no creo que el 100% esté en nuestras manos, si lo está la gran parte, así que... a guiarnos lo mejor posible!
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Es una buena comparación, el tren con el viaje de la vida. Tienes razón, cada día es una sorpresa, no sabemos como irá y todo depende de nosotros.
ResponderEliminarBuena reflexión
Un abrazo
Veo una similitud en tu relato con lo que quise decir en mi relato, esos viajes en tren son ilusiones que no sabemos como acabarán.
ResponderEliminarEn tu caso hablas de ese viaje diario que cada uno realizamos día a día y que, ojalá, seamos capaces de poder conducir.
Un abrazo.
Buena comparación, la del viaje en tren con nuestra vida!
ResponderEliminarLa vida no deja de ser un viaje... donde a veces nos cuesta ser conductores de la misma pero que, en muchos casos, aprendemos a manejar la máquina con cierto acierto.
ResponderEliminarBesos!!
Efectivamente viajamos todos los días, a veces con rumbo fijo y a veces a la deriva. Y es el trayecto lo que cuenta, no tanto el destino.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gusta esta comparación que haces Eduardo, la vida, el tren y nosotros manejando,
ResponderEliminarSiempre acertado.
Un abrazo.
La vida no deja de ser un tren en el que tienes que escoger el destino y las estaciones pero lo que suceda en el trayecto ya es otro cantar.
ResponderEliminarLos trenes normales no los conducimos nosotros, aunque sí que conocemos el destino. El tren propio, el de la vida, sí que tenemos una cierta capacidad de decisión de hacia donde ir yn lo conducimos nosotros pero no tenemos claro si llegaremos al destino previsto.
ResponderEliminarUn abrazo.,