Yo he pasado
por ese maravilloso período primaveral llamado juventud y lamentablemente –hoy lo
sé- sin darme cuenta, veo que ya pasó y duró muy poco. Fue tan breve que ni
tuve tiempo, o no supe, valorarlo como debía ser.
Lo siento,
lo sé, lo lamento, pero de nada sirve. Se fue. Y sin darme cuenta noté de su
ausencia cuando ya era tarde; de aquello sólo quedan, recuerdos.
Aquel color
juvenil que era tan intenso se fue apagando y ese fuego que entonces sentía hoy
es apenas una pequeña “tibieza”; sólo queda un triste sabor amargo.
Hoy he podido
notar de golpe, que aquellas hojas –las que fueron verdes y lozanas, llenas de
vida, tienen con el paso del tiempo, ese tono amarillento que el otoño deja y
en ese andar, sin saber la razón, de golpe me parece ver otra vez todo aquello
que no está. Lo que se fue.
Y así he
podido escuchar en silencio, ese “sonido tan propio que tiene el otoño” que
tanto dice, que tanta nostalgia me produce.
Ese ayer, no
se repetirá y lo que pueda suceder en ese mañana incierto que desconozco, si lo
alcanzo a sentir, no lo sé.
Nos queda
sólo el hoy.
¡Y es tan
breve!
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