Muchos de los que transitamos por
este mundo en que vivimos, en mayor o menor grado, podemos dar un detalle
favorable o no, de cómo nos fue con el paso de los años.
Si pudiéramos detallar tal cual
fue pasando nos parecería todo fácil, pero los años vividos fueron muchos, tal
vez, o puede que no hayan sido suficientes para ser resumidos, pero, así y
todo, ni de una forma ni de otra, el detalle .por minucioso que fuera- no
alcanzaría tal vez para expresar a fondo todo aquello que fue pasando.
Ese ayer, por haberlo vivido, nos
sirve para recordar lo que fue con todo lujo de detalle y de esa forma podemos
hacer un balance hasta llegar a un resultado final que puede ser bueno o no.
Pero ese ayer ya pasó; nada de lo
vivido puede cambiarse ni retocarse por mucho que quisiéramos y todo lo bueno
que desearíamos que volviera otra vez sería imposible.
Por suerte también lo malo que
puede haber pasado quedó atrás y revivirlo otra vez sería un lamentable error. Entonces
nos encontramos en medio del camino y nos parece ver delante nuestro un
panorama mucho mejor.
¿qué debemos hacer entonces? No lamentarnos
por todo lo que no pudo ser –si no fue bueno- ya que de nada sirven las quejas.
Ya es tarde para corregir posibles errores, y por mucho que deseáramos, cambiar
no se podría.
Nos encontramos entonces en un
determinado momento en nuestra vida en donde, con suerte, podríamos
desenvolvernos mejor para que cada instante pueda ser vivido con plenitud.
Lo que se fue, quedó atrás, ya no
sirve, si fue bueno, ya pasó, y si fue malo, lo mejor es el olvido.
Solo nos queda un nuevo mundo -el
de un mañana, dios mediante- si podemos disfrutarlo, debemos comenzar a planificarlo
con nuestros mejor atención.
Repetir viejos errores sería
contraproducente. La vida enseña.
Algo debemos haber aprendido.
Autor: Eduardo.
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