No siempre los grandes amores son los que se gritan para ser
conocidos; muchas veces –o siempre- los que se callan, los que no se escuchan,
pero aun así, con sus silencios, dicen todo lo que ocultan.
La intensidad del amor que sentimos por algo o alguien, no lo
determina el calor con que lo hagamos conocer; muchas veces los guardamos en
nuestro pensamiento tan escondidos pueden estar que tal vez nadie los note,
pero aun así, no disminuye la fuerza que pueden tener.
Alguien dijo alguna vez que no hay mayor ruido que un gran
silencio.
Es cierto, esos sentimientos que guardamos en lo más íntimo de
nosotros no necesitan ser explicados, y por siempre estarán acompañándonos.
No es necesario que para valorizarlos se digan en voz alta;
basta con que estén, eso es lo que le da valor.
Una madre no necesita decirle al hijo que amamanta lo mucho
que lo quiere, ni ese hijo puede hacerle conocer lo mucho que la necesita, todo
diálogo estaría de más.
Hay momentos en la vida donde no hacen falta palabras para
expresar todo el dolor que podamos sentir ante una pena que nos agobie. De la
misma manera nada puede explicar nuestro silencio cuando hace falta acompañar a
alguien que a nuestro lado sufre.
Muchas cosas pueden decirse sin decir nada; basta nuestra
compañía; a veces sin querer, callándonos, decimos todo lo que el mejor de los
discursos no consigue hacer.
Hay muchos ruidos que por fuerte que sean, no dicen nada,
pero hay silencios que tienen la virtud de poder decirlo todo.
Lo importante es conseguir que sean comprendidos. Con eso
alcanza. No es necesario nada más.
Más silencios, en lo de Matices