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jueves, 25 de septiembre de 2014

ESTE JUEVES UN RELATO: Habla del silencio



No siempre los grandes amores son los que se gritan para ser conocidos; muchas veces –o siempre- los que se callan, los que no se escuchan, pero aun así, con sus silencios, dicen todo lo que ocultan.

La intensidad del amor que sentimos por algo o alguien, no lo determina el calor con que lo hagamos conocer; muchas veces los guardamos en nuestro pensamiento tan escondidos pueden estar que tal vez nadie los note, pero aun así, no disminuye la fuerza que pueden tener.

Alguien dijo alguna vez que no hay mayor ruido que un gran silencio.

Es cierto, esos sentimientos que guardamos en lo más íntimo de nosotros no necesitan ser explicados, y por siempre estarán acompañándonos.

No es necesario que para valorizarlos se digan en voz alta; basta con que estén, eso es lo que le da valor.

Una madre no necesita decirle al hijo que amamanta lo mucho que lo quiere, ni ese hijo puede hacerle conocer lo mucho que la necesita, todo diálogo estaría de más.

Hay momentos en la vida donde no hacen falta palabras para expresar todo el dolor que podamos sentir ante una pena que nos agobie. De la misma manera nada puede explicar nuestro silencio cuando hace falta acompañar a alguien que a nuestro lado sufre.

Muchas cosas pueden decirse sin decir nada; basta nuestra compañía; a veces sin querer, callándonos, decimos todo lo que el mejor de los discursos no consigue hacer.

Hay muchos ruidos que por fuerte que sean, no dicen nada, pero hay silencios que tienen la virtud de poder decirlo todo.

Lo importante es conseguir que sean comprendidos. Con eso alcanza. No es necesario nada más.



Más silencios, en lo de Matices


jueves, 11 de septiembre de 2014

ESTE JUEVES UN RELATO: NO TE QUEDES NI DE PIEDRA NI DE PIÑA

Antes que nada, me excuso por no haber seguido al pie de la letra la consigna de organizar el texto como diálogo o monólogo, me ha salido como relato y pese a ello, no quise dejar de participar.
Más textos en lo de Dorotea



Según se cuenta, dos piedras se encontraron una vez, según la historia, en un sitio desconocido. Lo importante fue que se encontraron. De esa manera, comenzó una amistad, un intercambio de “palabras” por ambas partes, donde cada una de ellas expuso sus orígenes, sus virtudes, en fin, cada una dijo lo mejor que creía tener, pensando que los argumentos que podían aportar eran superiores en calidad a lo que al otra creía tener.

Una argumentaba que se sentía como una joya en bruto, aclarando que era un diamante –sin pulir- pero era un diamante y no terminaba nunca de valorizar lo que según ella, valía.

La otra en su humildad, seguía callada y en ningún momento intentó insinuar ninguna virtud que tuviera tener, siempre callada, en completo silencio.

A todo esto –yo- mientras recordaba los argumentos de esa leyenda creí ver de improviso, que había cierta semejanza con lo que sucede muchas veces en la vida de las personas.

Está el grupo de quienes viven creyendo que el brillo y el fulgor que pueden mostrar es lo que cuenta en la vida, y eso les otorga un mérito especial. Por otro lado está el otro grupo, ese que nunca se ”muestra”, el que no necesita que su solidez y fortaleza se destaquen en todo momento, pero están y eso es lo que le da un eterno valor.

Pero existe un detalle importante: en el grupo de los que necesitan ser tomados en cuenta, si no sienten tener una ayuda de alguna luz que los haga notar, seguirán siendo objetos opacos que nunca podrán distinguirse ni valorizarse por sí mismos. En el otro grupo, su sencillez y modestia me llamó la atención.

Como un simple comentario diré que la vida seguirá su curso como con las dos piedras de la historia, ambas seguirán su destino pero solo una tendrá un algo especial que la distinga y diferencie de la otra.


Está en nosotros elegir la que suponemos puede ser la más valiosa.

jueves, 4 de septiembre de 2014

ESTE JUEVES UN RELATO: EL MAR, LA MAR


Si tuviéramos que definir qué es la vida -la nuestra, por ejemplo- tal vez comenzaría los problemas para encontrar las palabras necesarias para dar una respuesta con exactitud.

Hay tantos altibajos en su desarrollo, que nos sentiríamos incapaces para definir y resolver los problemas que pudieran presentarse, sin darnos tiempo para poder enumerarlos, clasificarlos y -de poder- solucionarlos a la medida que se presentan.

Es un trabajo a resolver, en donde cada uno, con la capacidad que pueda tener, debe solucionar las situaciones imprevistas que se presenten, tratando que sus decisiones sean las correctas.

Podríamos compararla, para tener una mejor idea, con un mar enorme, desconocido, en el que estamos a la deriva, lleno de sorpresas, con momentos de calma, así como también períodos de tormenta de todo tipo, y para poder seguir la travesía, todo queda librado a nuestro esfuerzo.

Puede que en medio de esa desesperación, aparezca algo o alguien que nos traiga el socorro que tanto necesitamos y que tal vez no llegue como quisiéramos.

El trabajo que nos espera es enorme, por momentos podemos dudar que nuestras fuerzas nos alcancen y sentimos la sensación de quedar abandonados, librados a nuestra suerte.

Quisiéramos a veces que ese mar en el que nos sentimos naufragando, tuviera la serenidad necesaria para poder seguir adelante, pero también es necesario, llegado el caso, ponernos a prueba para sentirnos capacitados de superar todo lo que se presente.

Quedarnos quietos, en la vida, sería un error. Nos parece comparable a sentirnos sumergidos en ese mar sin tratar de avanzar y sobrevivir.


Tiene que haber alguna costa de algún sitio desconocido donde atracar, reponernos y seguir adelante.


más relatos sobre el mar, en lo de Alberto