Tenemos que
reconocer que muchas veces, en nuestro paso por la vida, nos encontramos de
golpe con determinadas situaciones que obligadamente tenemos que afrontar.
Esas situaciones
son tan variadas, tan imprevistas, tan difíciles de comprender o de asumir, que
de no estar lo suficientemente preparados para sobrellevarlas,
irremediablemente nos llevan a un estado de miedo y o algunas veces, a un tipo
de terror, que nos asusta, nos acobarda y nos inhibe para razonar lo necesario
de forma de encarar al o a los problemas en la forma correcta.
Ese tipo especial
de miedo o temor tiene su origen -muchas veces- a la falta de confianza que
generalmente tenemos muchas personas, tal vez por el tipo de vida que elegimos,
ya que las cosas se toman muy a menudo a la ligera, nada importa, o importa
poco y todo se reduce a una improvisación, con la que sólo se consigue salir
del paso por el momento, sin mirar más adelante a fin de evitar que no se
repitan ciertos hechos.
Distinto es el caso
de todo aquel que con el mismo problema -y sin perder la calma o el
razonamiento- lo enfrenta con la necesaria lucidez para resolver la situación
que se presenta.
Naturalmente la
cosa no es tan fácil, cuesta mucho a veces resolver en poco tiempo y llegar a
una rápida solución de los problemas, pero ayuda mucho si el tipo de conducta que
estamos acostumbrados a tener, no es aquella con que alocadamente se analiza
todo a la ligera, es decir, improvisando y quitándole importancia a las causas
que las originan.
Tampoco es fácil
tener los conocimientos necesarios para sortear los problemas que se presentan
y esos son los momentos en que la serenidad no debe estar ausente.
Si nos
acostumbramos de a poco a prepararnos para actuar como corresponde dejando de
lado los apurones que nada resuelven (y sí aumentan el mal), si también
aprendiéramos que nuestra forma de vivir no debe surgir del apuro, si nuestra
mente pudiera estar desprovista de ese tipo de ese tipo de actitudes -que no ayudan-
todo podría ser más fácil.
¿pero cómo
conseguir todo eso? No basta con quererlo, no sirve tomar decisiones
momentáneas para salir del paso, hace falta mucho más y depende de nosotros y
de nadie más.
¿y cómo hacer?
Debemos empezar por el principio, descubrir dónde comienzan nuestras fallas,
ver de apoco que los errores que cometemos son el producto del apuro con que
vivimos, no debemos tomar las cosas a la ligera, debemos meditarlas,
analizarlas, no engañándonos creyendo que somos inocentes de todo y que la
culpa es de los otros. Debemos dejar de creer que somos únicos, no tenemos que
pensar que nunca nos equivocamos al no escuchar ni ver lo bueno de los demás.
Habría mucho más,
mucho, pero de a poco, despacio, para no olvidarnos de algo.
Así en forma
pausada aprenderemos. El apuro en estos casos, de nada sirve.