Fue
un día como hoy…la misma hora…el mismo sol de siempre. Pero algo hizo que todo
fuera distinto, y así sin darme cuenta, todo cambió de golpe.
Nació
así, aquella primer mirada, la primera sonrisa, un amago, apenas, pero estaba
ahí, como esperándome. Y desde entonces, desde aquella vez, quedó junto a mí acompañándome y no se fue nunca.
Hoy
se cumple un nuevo aniversario de ese “algo” que aquella vez nació, que nunca
morirá y que habrá de continuar junto a mí como si fuera mi propia huella, en
silencio, siguiéndome en todo momento, en cada hora.
Fuimos
luz y sombra, sombra y luz, dos almas que alguna vez estuvieron separadas, pero
en cuanto pudieron verse, fueron una sola, que en sus comienzos fue “algo” y
que llegó, con el tiempo a ser “todo”.
Eso
que una vez pasó, no pudo borrarse y por el contrario, fue más intenso cada
vez. Quizás así sea la vida que todavía queda en nuestros corazones.
Hay
momentos en nuestro transcurrir en que todo parece que es igual, frío, opaco,
sin matices, pero de pronto surgen con toda nitidez y sentimos de nuevo aquello
que una vez nació y que en cada aniversario revive otra vez con más fuerza que
nunca. Es lo que no se olvida, lo que vive junto a nosotros, que consigue que
una sonrisa llena de melancolía aparezca de golpe pero también es la causa de la
lágrima que se nos escapa sin que podamos evitarla.
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