
A todos nosotros –no sabemos
cómo- se nos entrega un alma para que nos acompañe y sea parte nuestra de por
vida.
Nadie pregunta por qué, pero
está.
Sin darnos cuenta, al comienzo de
nuestros primeros pasos, podríamos decir que no la notamos, que ignoramos, como
si no la tuviésemos, pero sigue estando, y sin que lo sepamos, va creciendo junto
a nuestro lado, al mismo tiempo; aún está en plena formación, es muy joven
todavía para que pueda y sepa transmitirnos lo que necesitamos saber para vivir
pero con el correr del tiempo, ya en plena madurez, actúa acompañándonos y nos
guía lo suficiente para conducirnos por el camino correcto que aún nos queda
por andar.
Nos damos cuenta que tiene vida
propia, ya que no actúa por órdenes que le podamos dar; al contrario, ella nos
dice cuál debe ser el andar correcto en que debemos ubicarnos.
Nos la fue entregada limpia, sin
fallas, en estado puro, no tiene defectos, de forma que al estar a nuestro
lado, acompañándonos, nos indica nuestros pasos para que podamos ser como el
modelo a seguir.
No nos pide nada; al contrario,
nos fue entregada para darnos lo mejor de sí, y el tratamiento que tenemos la
obligación de darle, debe ser el mejor.
Se nos la entrega sin manchas, de
ningún tipo, y cuando al final de nuestro camino la que tengamos que devolver,
no tiene que tener nada que la opaque. Es nuestra obligación.
¿Su mejor virtud? Tener la
experiencia que tiene todo aquel que ha vivido lo suficiente y sabe mantener la
frescura y juventud que supo transmitirnos.
Siempre nos cuidó, pero debemos
ser nosotros los que nos ocuparemos de que siga a nuestro lado sin necesidad de
ninguna clase de reprimendas.
Autor: Eduardo
Más relatos jueveros en el blog de Maribel.