Había una
vez…
Así comienzan
todos los cuentos, cualquiera sea la trama a desarrollar. Muchas veces, su
comienzo es incierto, las palabras justas y necesarias no aparecen. Son momentos
llenos de silencio y misterio, nada sirve, no aparecen las ideas, y creemos que
el destino del papel que vamos a usar, ha de seguir en blanco.
Son esos
instantes indefinidos que aparecen de golpe y se quedan junto a nosotros como
queriendo acompañarnos.
Estamos solos.
Nos sentimos solos, tenemos frente a nosotros, como toda compañía, un simple
arbolito de navidad, que fuimos armando de a poco como lo hicimos tantas veces
y que, ahora, ya terminado, nos parece preguntar ¿y ahora qué?
Y sentimos
que sin saber cómo ni por qué, van apareciendo recuerdos de otras navidades que
el tiempo se llevó y ahora están otra vez con nosotros.
Es un
desfile interminable de cosas que resurgen y traen consigo infinidad de
momentos pasados que creíamos olvidados.
Cada adorno
que vemos en ese simple arbolito, toma vida otra vez y vemos en ellos, ráfagas
de nuestra infancia, rodeada de los mayores que ya no están, pero que siguen
estando…y así cada año que va pasando volvemos a echar mano a ese mágico
arbolito…y mientras lo volvemos a decorar otra vez, seguimos recordando ese
ayer que se fue alejando, pero que nunca muere.
Llegará quizás,
alguna vez, que entre tantos adornos luces y colores, estemos nosotros, ahí,
cuando alguien nos recuerde como lo hicimos nosotros en su momento con los demás,
y se sucedan nuevamente, en una fila interminable, todos los que ya no están
junto a los nuevos que habrán de llegar.
Porque la
vida sigue y no faltarán arbolitos con recuerdos que llenen sus ramas sin
marchitarse.
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