Recuerdo que hubo veces en que me pregunté
cómo habría sido tener ganas de escribir cosas con la poca luz que puede dar la
pequeña llama de una vela o, también, como se dice, a la luz de un candil.
Debo reconocer que creí alguna vez que la luz
de esa vela me daba motivos para la escritura ya que permitía poder ver lo que
iba escribiendo y no alcanzaba a entender cómo se podía plasmar en palabras
todo mi sentir con la semi oscuridad que
me envolvía.
No había descubierto todavía que la verdadera
luz estaba en la idea que se encontraba guardada en mi mente y también en mi
corazón.
Fueron momentos en que pensaba que no puede
escribirse nada cuando falta la luz que tiene que iluminar el papel a usar;
esos mismos momentos que algún tiempo después hicieron que comprendieron que la
verdadera luz es la que llevamos dentro, esa que está pronta para surgir y
dejarnos enseñanzas, la que nos marca el camino a seguir, la que educa, la que
acompaña nuestros sueños y los ilumina.
Tener la suerte de saber que somos dueños de
esa luz, que podemos disfrutarla en los momentos difíciles, cuando buscamos la
verdad, esa que todavía no entendemos.
Tener la suerte de ver que esa luz tan mágica
sirve a nuestro alrededor para guiarnos, a nosotros y a quienes nos acompañan.
Darnos cuenta que encontramos lo que nos aleja
de ciertas oscuridades que tanto mal pueden causarnos, y por suerte sirven para
poner una distancia -la necesaria- para que nada nos lastime y perjudique.
La lista de bondades que nos da esa luz es
interminable, por eso nuestro mayor cuidado tienen que estar en el deseo
permanente para que nunca se apague.
No es necesario que esa luz tenga la fuerza de
una hoguera, basta con que esté, por chica que parezca, pero que esté viva, y
nos ayude a que podamos sentir que vivimos todavía.
Y nos damos cuenta de golpe que para defender
un ideal no es necesaria la estridencia con que lo gritemos, muchas veces, la
razón descansa y se nutre en el más débil de los murmullos que llevamos bajo la
piel.
Hay fuegos que necesitan espacio para que se
noten, hay otros tan chicos que apenas sí se ven, pero están. Es la enorme
virtud que tiene la luz de esa vela que debe vivir a nuestro lado, esa que
apenas puede verse, pero está.
Y eso es lo mejor, lo que no tiene precio, lo
que vale ¡está!
Simplemente está.
más lucecitas de vela en lo de Encarni
¡Si es que la luz es vida! Bss.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, un gusto.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
Llevas razón la verdadera luz está en nuestro interior, pero necesitamos de esa pequeña luz de la vela tenue, silenciosa, acogedora y que invita a mirarte por dentro y sacar todo lo que hay en ti.
ResponderEliminarNo hay luz pequeña, cuando podemos manejar nosotros la llave para encenderla.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
A esa llama interior hay que cuidarla mucho. A veces la azotan los vientos del diario vivir y amenaza con apagarse, no hay que dejar que eso pase.
ResponderEliminarQue cierto lo de la estridencia; últimamente desde la presidencia para abajo todos gritan mucho como si eso sirviera para algo ...
un abrazo
La estridencia cuando hay afonía no sirve. La llama interior que tenemos por muy chica que sea, ilumina.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
La luz que se debe de seguir es la que nos marca nuestra propia conciencia. Hay que seguirla confirmando que esa luz no deslumbra a los que nos acompañan a nuestro alrededor.
ResponderEliminarUn abrazo Eduardo.
El mejor deseo es que esa luz no nos abandone nunca.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
yo diría, joven eduardo , que en todos está esa luz interior. es más, dicen que entre los sicópatas no está. yo, desde luego, no lo creo. esa luz es la que nos hace humanos. incluso al máyor de los animales humanos, al lobo que suele ser a veces el hombre, esa luz le acompaña...
ResponderEliminares el adjetivo que nos confiere humanidad...
medio beso, joven eduardo.
si falta esa luz, somos un montón de nada.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
ah, como la otra semana, a penas se me pudo ver...
ResponderEliminaresto, que es mi comentario para sindel, te lo dejo también a ti...
https://www.facebook.com/video/video.php?v=173969892747073&saved
Lees muy bien.
EliminarTotalmente de acuerdo Eduardo, nuestra flama interior es la que nos da el brillo que asoma a los ojos, a la idea, al espíritu que pongamos en cada cosa que hagamos. Esa llamita es la que no debe faltar.
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Esa "llamita" si queremos, es una hoguera y la manejamos nosotros.
EliminarTan difícil no es.
Saludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
Lo de "la verdadera luz está en el corazón", me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi mejor deseo es que siempre esté.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
¡Que seria de un cuerpo sin sú alma! La luz interior nos enseña el camino de nuestra senda vital,nos hace húmanos, y eso generálmente nos llena de paz y alegria.
ResponderEliminarEduardo, con tu permiso te enlazo, para poder volver.
Saludos amistosos.
Permiso concedido. Que nunca falte esa luz interior para que siempre seamos humanos. Ha sido un gusto.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
Totalmente de acuerdo con tu texto. Pienso que la verdadera luz la llevamos dentro.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
Hola Eduardo, me gustan mucho tus reflexiones, y estoy de acuerdo con vos en que la luz y el fuego están dentro de cada uno, algunos brillan y calientan más, otros apenas titilan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que no nos falte ni luz ni fuego! y que siempre brillen.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
Es la fuerza que vive en nosotros, la que nos guia. Buena reflexión Eduardo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se agradece!
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
Esa llama y esa luz interior es la que debe de guiar nuestros comportamientos siempre. Es lamentable que a veces la dejemos apagar sin ser plenamente conscientes de lo mucho que esa extinción nos perjudica.
ResponderEliminarUn abrazo.
totalmente de acuerdo.
EliminarSaludos, Eduardo desde el perfil de mi hija.
a encender y buscar la luz que llevamos dentro... muy cierto lo que dices... besos... ;)
ResponderEliminarMuy agradecido por tus palabras.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Esa es la luz que necesitamos cada día, pequeña para que vayamos de a poco intentando no caer, y reparar cualquier tropezón. Ademas debe tener el equilibrio justo de voluntad, para que no se apague.
ResponderEliminarMe encanto Eduardo.
Un abrazo.
gracias por tus comentarios.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Es un placer leerte, Eduardo. Hay que tener esa llama siempre encendida
ResponderEliminarUn abrazo
lola
agradezco de corazón tus palabras.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Querido amigo nonogenario: No se si eres de verdad o es otra fantasia de nuestra amiga neogéminis. En todo caso, al luz que emana de nuestro corazón, siempre es la que alumbra mas y mejor. Buen texto. Saludos.
ResponderEliminarSoy real, no tengas dudas.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
La luz interior es imprescindible para seguir viviendo, tienes razón, si la tenemos podemos con todo, hasta con el peor de nuestros males.
ResponderEliminarUn abrazo
Que nunca te falte.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Todos emitimos luz, lo que tenemos es que verla para saber disfrutar de ella y saber que nos guarda.
ResponderEliminarBesos
completamente de acuerdo.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Al hilo de tu relato, una frase que leí hoy mismo, de Arturo Graf: El saber y la razón hablan; la ignorancia y el error gritan.
ResponderEliminarMe ha encantado como explicas lo que es la verdadera luz.
Un abrazo.
Muy agradecido por tus palabras.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Que buen disparador de buenas ideas ese candil y qué cierto la necesidad de la única luz verdadera: la interior.
ResponderEliminarTus palabras iluminan con luz propia y es un placer leerte.
un fuerte abrazo y buen domingo!
Te agradezco mucho tus lindas palabras.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
"La verdadera luz es la que llevamos dentro". Me quedo con esa frase, que creo que resume a la perfección lo que nos quieres trasmitir con este bello relato. Un beso.
ResponderEliminarMuy agradecido por tus palabras.
EliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
"Y nos damos cuenta de golpe que para defender un ideal no es necesaria la estridencia con que lo gritemos" Muy acertado pensamiento, más en estos tiempos. Donde el griterío y la necesidad de imponer al otro las ideas propias, parece un ensordecedor escándalo, llenos de malas intenciones y glopes bajos. Excelente texto, me gustó, me iluminó..
ResponderEliminarEstamos muy de acuerdo.
ResponderEliminarSaludos.
Eduardo, desde el perfil de mi hija.
Cuantas veces hemos leído con una pequeña luz, en la cama con una linternita, o con velas en la posguerra. Y siempre resultaban momentos, aunque estuvieras acompañado, de perfecta soledad, sólo el lector rodeado de un suave brillo. Que nostalgia
ResponderEliminarMe alegro por haber despertado esa nostalgia.
ResponderEliminarSaludos. Eduardo, desde el perfil de mi hija
Maravilloso leerte- Me he metido dentro de tus letras
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarSaludos, Eduardo